Música de Navidad en Iberoamérica: De lo litúrgico y lo popular

La relación entre música y Navidad data de los primeros siglos del cristianismo, con himnos y misas para celebrar la llegada de Cristo. En Iberoamérica, las tradiciones de música navideña nacieron en un contexto litúrgico y con el tiempo fueron adentrándose en el mundo popular. Con el periodo colonial y el proceso de mestizaje, comenzaron a aparecer géneros y estilos como la tonada (Chile), el aguinaldo criollo (Venezuela), las posadas (México) y las melodías para celebrar el reisado o la Noche de Reyes (Brasil) que, hasta el día de hoy, mantienen la esencia festiva y comunitaria a través del canto y la música.
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En diciembre, antes del árbol, del pesebre o de las luces navideñas, la celebración del nacimiento de Cristo se anuncia con música y el canto. En iglesias, plazas, casas y salas de concierto, la Navidad se convierte en una experiencia sonora compartida y conocidas melodías reaparecen cada año, transmitidas de generación en generación como parte de la memoria colectiva.
Desde los villancicos medievales hasta los aguinaldos latinoamericanos, la música ha sido uno de los principales vehículos para celebrar la Navidad en el mundo iberoamericano. Un repertorio amplio y diverso que, a lo largo de los siglos, fue incorporando lenguas, ritmos e instrumentos locales, y que hoy sigue vigente tanto en el ámbito popular como en el académico, coral y escénico. Más que un acompañamiento festivo, la música navideña ha funcionado históricamente como un espacio de encuentro entre lo religioso, lo comunitario, lo tradicional y lo popular.
De lo litúrgico a lo popular
La relación entre música y festividad existe desde eras incluso precristianas. En Europa, los pueblos se congregaban para darle la bienvenida al solsticio de invierno con rituales de música y canto.
En el caso de la Navidad, las primeras expresiones musicales para esta fiesta se remontan a los primeros siglos del cristianismo. Desde la Antigüedad tardía, el canto fue un componente central de la liturgia, especialmente en las celebraciones asociadas al nacimiento de Cristo. Himnos latinos como “Veni, redemptor Gentium”, atribuido a San Ambrosio de Milán en el siglo IV, formaron parte de un repertorio solemne que rescataba el carácter teológico y simbólico de la festividad.
Durante la Edad Media, la música navideña comenzó a expandirse más allá del espacio estrictamente litúrgico. En la Península Ibérica surgió el villancico, una forma poético-musical en lengua vernácula que combinaba coplas y estribillos, y que originalmente estaba vinculada a contextos profanos. Con el tiempo, esta forma fue adoptada por la Iglesia y asociada de manera cada vez más estrecha al ciclo navideño, especialmente por su capacidad de narrar episodios del nacimiento de Jesús de forma sencilla y cercana.
Entre los siglos XV y XVI, el villancico se consolidó en España y Portugal como una de las expresiones musicales más características de la Navidad. A diferencia del canto gregoriano, su lenguaje directo y su estructura repetitiva favorecían la comprensión y participación del público. Esta accesibilidad fue clave para su difusión y posterior exportación a los territorios americanos.

La música navideña llega a América
Con la expansión de los reinos ibéricos, el repertorio navideño cruzó el Atlántico junto con misioneros, músicos y funcionarios eclesiásticos durante el periodo colonial. Desde el siglo XVI, los villancicos comenzaron a interpretarse en las principales catedrales de América Latina, especialmente en los virreinatos de Nueva España y del Perú. En este contexto, la música cumplió un rol preponderante en la evangelización y las misiones, pero también en la construcción de un patrimonio musical común.
Lejos de permanecer intacto, el villancico se transformó rápidamente al entrar en contacto con las culturas indígenas originarias del continente. Instrumentos locales, referencias a paisajes americanos y textos en lenguas indígenas comenzaron a incorporarse al repertorio. El resultado fue una música navideña profundamente mestiza, que reflejaba la compleja realidad social del mundo colonial.
Entre los compositores que ejemplifican este proceso destaca Gaspar Fernandes, activo en Guatemala y Puebla a comienzos del siglo XVII. Sus villancicos navideños como “Xicochi conetzintle” y “Tleycantimo choquiliya” incluyen textos en náhuatl, en una temprana integración de voces vernáculas dentro del espacio litúrgico.
Juan Gutiérrez de Padilla, sucesor de Fernandes como maestro de capilla de la Catedral de Puebla, escribió complejos villancicos polifónicos que incorporaban ritmos populares sin abandonar el rigor académico y religioso para ceremonias como maitines y misas solemnes.
Estas obras, interpretadas en fechas clave como la Natividad y la Epifanía (6 de enero), muestran que la música navideña fue uno de los primeros espacios donde se manifestó el mestizaje cultural en América Latina, anticipando procesos que marcarían la historia musical y social del continente.
Tradiciones populares de Navidad
Con el paso de los siglos, la música de Navidad fue desplazándose progresivamente desde los templos hacia el ámbito doméstico y comunitario. A partir del siglo XVIII y, especialmente, durante el XIX, surgieron formas populares que hoy son parte esencial de la identidad navideña latinoamericana.
En Venezuela y Colombia, los aguinaldos se consolidaron como una expresión central de la Navidad: cantos de carácter festivo, acompañados por instrumentos de cuerda y percusión, que combinan textos religiosos de sentido celebratorio. En México, las posadas integraron el canto colectivo como parte de un ritual que recrea el peregrinaje de María y José. Transmitiendo el carácter comunitario de la celebración, las posadas siguen la estructura del canto responsorial en la que dos grupos dialogan: uno representando a los “peregrinos” y otros a los “posaderos”.
Las tonadas navideñas y cantos a lo humano y lo divino en Chile nacieron de las tradiciones rurales transmitidas al interior de las familias. Algunas se vincularon con otras expresiones artísticas, como “Los gallos cantan”, una tonada al niño Dios representado en las gredas de Pomaire.
En Brasil, la herencia portuguesa, el mundo rural y el mestizaje afrobrasileño también juegan un papel en la música navideña. Tradiciones como la Folia do Reis (o reisado) está extendida en el sudeste y noreste de Brasil para celebrar el viaje de los Reyes Magos, mientras que las melodías sencillas de las pastorinhas y cantigas populares integran coros y textos narrativos y suelen representarse en espacios comunitarios, escuelas e iglesias.
Estas expresiones, generalmente traspasadas de forma oral, consolidaron la Navidad como una experiencia musical compartida, en la que música funciona como un elemento que refuerza la cohesión social. A diferencia de otros repertorios litúrgicos, la música navideña logró mantenerse viva en el espacio popular, adaptándose a los cambios sociales y manteniendo su esencia festiva y comunitaria.
Misas, oratorios y villancicos en la música clásica latinoamericana
La tradición navideña también dejó una huella profunda en la música clásica iberoamericana. Desde el periodo colonial hasta el siglo XX, numerosos compositores iberoamericanos escribieron obras inspiradas en la Navidad, muchas de ellas basadas en cantos tradicionales.
En la Península Ibérica, compositores del Renacimiento y el Barroco como Juan del Encina y Francisco Guerrero contribuyeron a fijar el villancico como una forma musical de alto nivel artístico. Obras como “Oy comamos y bebamos”, “Levanta, Pascual” y “Niño Dios d’amor herido” circularon ampliamente en España y América, influyendo en la producción musical colonial de compositores como Juan de Araujo (Bolivia), Manuel de Zumaya (México) y Gutierre Fernández Hidalgo (Perú).
Ya en el siglo XX, varios compositores latinoamericanos retomaron la música navideña desde una perspectiva moderna. El argentino Ariel Ramírez incorporó cantos tradicionales en obras corales vinculadas al calendario religioso como Missa Criolla y Navidad Nuestra, integrando el folclor dentro de lenguajes académicos accesibles. En Venezuela, el compositor y director Alberto Grau realizó arreglos corales de aguinaldos y villancicos que hoy forman parte del repertorio habitual de coros en América y Europa como “Niño Lindo”, “Cantemos alegres” y “El gallo”.
El brasileño Ernani Aguiar, uno de los compositores corales más interpretados en la actualidad, escribió el Natal Brasileiro, una pieza coral asociada al repertorio navideño. Su Missa Brevis, aunque no fue escrita específicamente para las fiestas, regularmente forma parte de la programación de Navidad en los conciertos de Brasil y es un puente entre la música sacra tradicional y las estructuras corales modernas.
Estas obras suelen conservar rasgos esenciales de la música navideña tradicional: melodías sencillas, estructuras repetitivas, un fuerte sentido narrativo y una clara vocación comunitaria, incluso cuando son interpretadas en salas de concierto o festivales especializados.
Relecturas y vigencia
En la actualidad, la música navideña iberoamericana continúa siendo reinterpretada desde múltiples enfoques. Conjuntos de música antigua recuperan villancicos coloniales con criterios históricamente informados en la instrumentación e interpretación; coros contemporáneos estrenan nuevas composiciones inspiradas en textos y melodías tradicionales; músicos populares reinventan aguinaldos y cantos festivos para nuevos públicos.
Festivales, conciertos corales y programaciones navideñas en teatros y auditorios de toda Iberoamérica dan cuenta de la vigencia de este repertorio. En muchos casos, estas obras funcionan como un puente entre el público general y la música académica, transmitiendo las tradiciones históricas a través de un lenguaje familiar. Un ejemplo contemporáneo es el Auto Sacramental por Navidad, con música de Gastón Soublette y texto de Fidel Sepúlveda Llanos, poeta, investigador y docente que dedicó gran parte de su carrera al rescate de las tradiciones populares del mundo rural chileno.
Ya sea con villancicos, tonadas, oratorios o misas, en estas melodías la Navidad no solo celebra un nacimiento, sino también la continuidad de una tradición originada en el mestizaje y que ha mantenido su sentido comunitario a lo largo del tiempo. Una práctica que, año tras año, vuelve a sonar para recordar que, en Iberoamérica, celebrar la Navidad también ha sido una forma de escuchar y cantar una identidad compartida.