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Mathieu Guilhaumon: «La danza es un arte vivo que debe dar espacio a nuevas miradas sobre el mundo»

Previo al estreno de Laboratorio, una serie de obras creadas por siete bailarines del Ballet Nacional Chileno del CEAC, conversamos desde Dresden con su director artístico, Mathieu Guilhaumon, a días del debut de Die verkaufte Braut en la Semperoper donde colabora como coreógrafo.

 

 

¿En qué momento se encuentra el Banch (Ballet Nacional Chileno) y cuál es el mayor desafío de ser un coreógrafo / director?
El BANCH se encuentra en un momento bastante importante, yo llevo 5 años con la compañía a punto de empezar mi sexta temporada.  Ahora estamos viendo los resultados y todos los logros que hemos alcanzado, que se ven reflejados en la buena asistencia de público y con las invitaciones que nos llegan desde Europa y América del Sur.
La compañía tiene una mayor visibilidad y una muy buena reputación, lo que es para mi todo un logro. Este año recibimos el premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile por la obra de Giselle, por lo que esto es una muy buena señal para la compañía.
El mayor desafío es mantener un nivel artístico alto, y siempre con propuestas nuevas. Que sea no sólo un aporte para el crecimiento profesional de los bailarines, sino que también para tener una gran variedad de espectáculos para nuestro público.
 

Laboratorio se transforma en una nueva oportunidad de desarrollo profesional para los bailarines del BANCH. Cómo nace y quién empuja la apuesta por Laboratorio? El ciclo que muestra las creaciones coreográficas de los mismos bailarines del BANCH.
Es algo estoy empezando con la compañía, algo que tenía en la mente desde mi llegada y que no se había hecho porque no habíamos encontrado ni el periodo ni el espacio adecuado. Para mi era importante que ese programa se pudiera presentar en el Teatro de la Universidad de Chile. Este programa se suma a los que ya tiene la compañía, y nace de no limitar el trabajo de los bailarines al de sólo intérpretes, sino que puedan expresarse y desarrollarse como artistas o creadores. Especialmente en una compañía de danza contemporánea donde los bailarines participan de la creación; este es un espacio propio para desarrollar su arte y para pensar en el futuro, uno más allá de la danza como interprete.
 

¿Cómo se hizo la curaduría de las obras escogidas?
Yo estuve a cargo de todo, me encargue de darles el marco, de cómo se iba a hacer esto y obviamente había mucho interés en hacerlo. Fueron siete bailarines interesados en crear coreografías, y luego de la selección finalmente dejé el espacio a los sietes que presentaron. Hubo ciertas instrucciones sobre la duración de la pieza, que debía ser de diez minutos máximo. Debían tener en cuenta que después de cada obra continuaba otra, por lo que la escenografía y el vestuario debían convivir con las demás. Sobre la temática y música tuvieron total libertad.

 
Como coreógrafo ¿Por qué crees que es importante la nueva creación y experimentación en el mundo del arte contemporáneo?
La danza es un arte vivo, eso significa que siempre debemos seguir con creaciones que estén vinculadas con nuestro entorno. Cuando uno está creando estás impregnado de la sociedad, por lo que creo que para el público es importante ver obras que en cierta manera reflejen su mundo.
La danza es un arte vivo, por lo que debe dar el espacio a nuevas propuestas, distintas miradas sobre el mundo. La danza no es sólo una cosa, hay muchas formas de hacer danza, varias formas de expresarse, puede ser una temática más poética, algo más político, puede ser un lindo viaje o una narración. Es importante dar el espacio a la generación de artistas que surge y nace hoy en día.

 
¿Cómo ves el estado y la evolución de ésta en los teatros de Latinoamérica?
Yo creo que las cosas van evolucionando y avanzando lento, pero al menos se están haciendo. No manejo el tema de la situación actual en toda Latinoamérica, pero puedo hablar de Chile. Por ejemplo, se ha visto en los últimos años más espacios y propuestas, pero creo que hoy en día en Chile hay todavía mucho que hacer sobre todo en materia de políticas culturales. El Estado podría estar mucho más involucrado en apoyar al artista, a la danza y al arte en general.

 
Existen iniciativas similares a Laboratorio justamente en Argentina,  en el Teatro Colón de Buenos Aires con los “Talleres coreográficos” del Centro de Experimentación, que muestran el trabajo de los bailarines de la Compañía. ¿Qué tipo de iniciativas similares te han inspirado y cómo crees que se puede promover más este trabajo en Latinoamérica?
Lo que he desarrollado con Laboratorio es algo que yo como bailarín siempre he vivido, porque en todas las compañías en las que bailé, sobretodo en Europa, había un programa llamado “Jóvenes Coreógrafos”, que era un espacio donde los bailarines de la compañía crean sus propias obras. De hecho, esa fue la oportunidad para desarrollarme como coreógrafo desde muy temprana edad. En la primera compañía que estuve cuando tenía veinte años, yo comencé a crear mis obras porque ésta tenía este programa. En la Opera du Rhin, tuve la suerte de tener un director que me apoyó mucho en esto, me permitió desarrollarme como coreógrafo y hacer lo que estoy haciendo hoy en día.
 
Ya es conocida tu trayectoria como coreógrafo en montajes de óperas. Por citar algunas trabajaste en  El caballero de la rosa en la Opéra National du Rhin, en Lulú junto a Mariame Clément en el Municipal de Santiago, y ahora estás estrenando Die verkaufte Braut en la Semperoper en Dresden. ¿Cómo ha sido tu trabajo en el campo de la lírica habiendo trabajado en el ámbito de la danza contemporánea?  
Mi experiencia con la ópera es más que eso, ahora en Dresden estamos haciendo la sexta colaboración con Mariame Clément. El trabajo con ella ha sido más que trabajar en ópera, ha sido un encuentro artístico, porque tenemos una sensibilidad muy similar. Estamos de acuerdo en nuestras visiones y cuando nos encontramos en 2010 -cuando yo bailaba en la obra Platée, inmediatamente nos conectamos y después me propuso hacer coreografías para la ópera. A mi siempre me ha interesado esto, ya que no quiero limitar mi trabajo a sólo una forma. Por ejemplo hoy en día trabajo con una compañía de danza contemporánea, pero también quiero trabajar con personas ajenas a la danza, como un cantante coro, cantantes solistas, actores, figurantes en el caso de la ópera.
En el caso de Dresden estoy trabajando con bailarines contemporáneos de la escena independiente local, han sido experiencias diferentes y súper interesante porque es otro trabajo.
Yo hoy me estoy integrando en una apuesta, Mariame tiene toda la régie, hay un mundo, hay una propuestas artística sobre una obra y yo me tengo que acomodar a esto. Entonces mi trabajo es empaparme de la propuesta de Mariame, para poner el movimiento al servicio de la puesta en escena, y lo que interesa mucho con Mariame, es que para ella siempre la danza en una ópera. No lo considera como un número aparte o un divertimento dentro de la ópera. La danza debe integrarse en la propuesta de manera orgánica, tiene que ser justificada no solamente porque se ve lindo ver bailarines a que evolucionan en la obra.
Además de eso yo me encargo de los movimientos generales, como el movimiento de los cantantes en el escenario y dibujos de espacio.
Desde pequeño no he limitado la danza a sólo una cosa, que sea contemporánea, clásica, jazz, no me importa, la diversidad me mantiene vivo más que encerrarme en un puro estilo.
 
Has estudiado, trabajado y creado en Europa, Estados Unidos y ahora vives en Latinoamérica. Siendo tu francés, ¿Cómo ha sido tu experiencia de vida estos años en la Región?
Vivir en Latinoamérica se va sumando a toda la experiencia previa que tengo. Salí de Francia a los 17 años y yo creo que en el camino aprendí una cosa que es que uno cuando viene de un lugar piensa que todas las reglas y cultura es la verdad absoluta. A medida que vas descubriendo el mundo te abres a más cosas, te abres a otras culturas, a otras maneras de vivir y de ver el mundo, otras maneras de acercarse al arte.
Cuando llegué a Latinoamérica yo ya había tenido todos estos viajes, entonces al llegar acá no tenía ningún prejuicio ya que mi cultura francesa se detuvo a los 17 años porque después viví en Suiza, Alemania, Estados Unidos. Me considero una persona que se ha nutrido de muchas culturas.
Vivir en Latinoamérica ha sido muy interesante porque es muy distinto a lo que había vivido antes, lo veo como un aporte para mi ya que todos los lugares tiene sus ventajas y desventajas, pero es parte del proceso de crecimiento. Ha sido para mi muy intenso y enriquecedor a nivel personal. Me ha permitido descubrir Latinoamérica y aprender un nuevo lenguaje. Entre más cosas uno vive en su vida, más abierto y tolerante va a estar frente al mundo, frente al otro, frente a la diferencia. Espero seguir conociendo nuevos países y vivir más experiencias como estas.
 
SOBRE LABORATORIO
El Ballet Nacional Chileno, BANCH da inicio a su temporada 2019 con un ciclo especial donde la compañía presentará una serie de obras creadas por siete bailarines que conforman su elenco. Serán sólo dos funciones, el viernes 8 y sábado 9 de marzo a las 20:00 horas en el Teatro Universidad de Chile.
A mis soledades será la primera pieza que podrá ver el público, una obra de Rodrigo Opazo, quien señala que “el trabajo nace del concepto de ausencia”, donde el proceso creativo los llevó por un viaje a través de diferentes situaciones. Le seguirá Botar, de Gema Contreras, una propuesta que presenta un solo femenino, basado en la interacción de una bailarina con un balón, además de la intervención de un técnico.
Luego vendrá Inclinación asertiva, de Amaru Piñones, un análisis socio-cultural transformado en una metáfora, donde se desarrolló un trabajo de exploración enfocado en la comunicación de los cuerpos y la transmisión de las energías. Por su parte, ¿De verdad no te importa?, de Valentín Keller, plantea una mirada a los micro mundos que se crean y desarman en la sociedad actual, en una propuesta que a su vez busca ver cómo afecta al espectador lo que se está mostrando en escena.

Qué tal si…, de Enrique Faúndez, es una pieza que analiza y cuestiona los límites con la tecnología. El bailarín explica que “es deber de cada uno ver cómo toma la tecnología a favor y no en contra. Cómo superamos esa barrera y podemos conversar, debatir, jugar”. Tras ello se presentará Kintsugi, de Nicolás Berrueta, una creación basada en una tradición milenaria de Japón, que consiste recuperar objetos rotos. Berrueta comenta que “lo que hicimos fue buscar, indagar en nuestros propios cuerpos y cicatrices, y resaltar esas historias que tenemos para contar, convertirlas en danza”.

Finalmente será el turno de Bestia, de Fabián Leguizamón, una obra que, en palabras de su creador, se presenta como “un ritual que busca indagar, a través de lo instintivo, que los intérpretes en escena llamen a esta bestia, ver cómo esto aflora y los hace atravesar por distintos estados corporales”.
A través de las siete propuestas que conforman Laboratorio, los bailarines del BANCH se embarcan en un viaje coreográfico asumiendo también decisiones en cuanto diseños de vestuario, iluminación y escenografía.