Los colores que nos unen | Columna de opinión en revista «Ópera Actual»

En una nueva columna para la revista Ópera Actual, Carmen Gloria Larenas, presidenta de Ópera Latinoamérica, reflexiona sobre el espacio de encuentro que significa la Conferencia Anual de OLA, a poco más de un mes de que comience la 18ª versión a realizarse en el Palau de Les Arts Reina Sofía. También aborda la cooperación cultural entre América Latina y España y los nuevos desafíos que se presentan de manera global, como la realidad virtual y el uso de la inteligencia artificial.
Por Carmen Gloria Larenas
La Conferencia Anual de Opera Latinoamérica (OLA) se llevará a cabo entre el 17 y el 20 de junio en Valencia, en el icónico Palau de Les Arts Reina Sofía. A lo largo de 17 años, esta reunión se ha transformado en un espacio de encuentro en el cual se expresa la voz de la ópera de América Latina y a la que se han sumado, con la propia, diversos teatros españoles. Es una decisión que constituye el deseo concreto de reforzar un vínculo que tiene de historia, encuentros y desencuentros y que hoy existe en una realidad que nos obliga a conectar en nuestras necesidades y proyecciones.
Desde hace años que la cooperación cultural entre América Latina y España es amplia y tiene diferentes formas tanto en el medio estrictamente lírico como en otros tantos. Una tangible, celebrada y compleja es la de las coproducciones, un acto de voluntad manifiesta de confianza mutua entre teatros en un marco global nada favorable para la conversación y la cooperación. Ejemplos hay varios: la Manon de Jules Massenet con dirección de escena de Emilio Sagi de hace dos años, una colaboración entre las Óperas de Oviedo y Tenerife y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, por citar solo una.
En las últimas temporadas se han sumado nuevos temas que nos desafían por igual a todos los miembros de OLA, como la sostenibilidad de nuestros teatros, la realidad virtual y el uso de la inteligencia artificial. En términos generales los presupuestos se han ido ajustando a la baja y se piensa, erróneamente, que la tecnología siempre y necesariamente hace que el gasto sea más eficiente. Sin embargo, su inclusión desafía el alma misma que subyace en las actividades artísticas, y solo coge sentido cuando la tecnología se integra como un medio y no como un fin en sí mismo.
Nada de lo que afecta a los diferentes países en su conjunto es una excepción para los nuestros, ni para sus democracias, ni tampoco, como es lógico, para el ámbito cultural. Muy por el contrario: los escenarios han sido siempre lugar de vanguardia, reflejo y realidad de reflexiones críticas o simplemente un espacio en que plantearse preguntas. Una obra puede y debe hablar mucho más allá de la historia, del sueño o de la inspiración original que la define. Puede incorporar aspectos contingentes y mientras el mundo se desgarra en guerras y peleas comerciales, las instituciones como nuestros teatros nadan a contracorriente para demostrar que la diferencia puede unir y que la supremacía de unos –por historia, tamaño o presupuesto– es la fuerza que levanta a otros. Y eso es lo que define a la cooperación.
La Conferencia de OLA a realizarse en Valencia no será solo un espacio de conexión: también un símbolo de ese afán por cruzar mares y continentes en pleno siglo XXI para reencontrarnos en los colores que nos unen.
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