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Capriccio, la última ópera de Richard Strauss debuta en el Teatro Real de Madrid

Se ofrecerán nueve funciones entre el 27 de mayo y el 14 de junio que contarán con la dirección de escena del alemán Christof Loy, se lanza por primera vez a la interpretación de esta obra maestra; y frente a la Orquesta Titular del Teatro Real estará el director israelí Asher Fisch.

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El próximo 27 de mayo el Teatro Real presentará, por primera vez en su escenario, Capriccio, última ópera de Richard Strauss, de la que se ofrecerán nueve funciones en una nueva producción concebida por el director de escena Christof Loy, realizada en coproducción con la Opernhaus de Zürich.

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El director musical Asher Fisch, experta batuta en la música de Strauss, estará al frente de un reparto que contará en los papeles principales con las voces de la soprano Malin Byström (Condesa Madeleine), el barítono Josef Wagner (Conde), el tenor Norman Reinhardt (Flamand), el barítono André Schuen (Olivier) y el bajo Christof Fischesser (La Roche), entre otros, junto a la Orquesta Titular del Teatro Real.

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Con este estreno, el Teatro Real prosigue con su proyecto de ampliación de repertorio y ofrece una obra maestra, cuya composición y contenido argumental trascienden el valor artístico para invitar al eterno debate en torno a la ópera: ¿qué es más importante, la palabra o la música?

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El director de escena alemán Christof Loy, gran conocedor de la obra de Strauss, se lanza por primera vez a la interpretación de esta compleja obra en la que, sin restar protagonismo al tema central, descubre múltiples capas que perfilan los secretos que se esconden en el alma de cada protagonista, las inquietudes y motivaciones del ser humano derivadas de sus emociones ante la percepción de la belleza.

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El personaje central de Capriccio es la condesa, una mujer de enorme sensibilidad que refleja en esa indecisión ante la elección de uno de sus dos pretendientes, la necesidad de definir los valores y los afectos que determinarán el resto de su vida. En ese momento trascendental en el que transcurre la acción, su cumpleaños, Madeleine, ante el omnipresente espejo que preside su salón, mira el presente con la consciencia de que pronto será pasado, como la niña que fue, y que se encuentra en un tránsito hacia el futuro.

Capriccio surge de una idea original del escritor Stefan Zweig, quien descubrió una ópera breve de Antonio Salieri y Battista Casti, Prima la musica e poi le parole, en torno a este tema, y sugiere al compositor la creación de una nueva obra inspirada en él.  Strauss, en colaboración con Clemens Krauss, se adentra en esta aventura y elabora un libreto cargado de ironía, ingenio e inteligencia en el que, en clave de comedia, propone una reflexión, sobre la importancia que debe tener en la ópera la palabra en relación con la música.

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Así, mientras el mundo occidental se sumergía en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, en el corazón de la  Alemania nazi, Richard Strauss se aleja de la realidad –no en vano la ópera está ambientada en un castillo en París en 1775 para contarnos la historia de la condesa Madeleine, una culta y refinada aristócrata, incapaz de decidirse ante el amor de sus dos pretendientes, un poeta y un compositor. La celebración de su cumpleaños origina la creación de una pequeña obra de teatro, en la que participan ambos artistas, y que dará origen a un debate intelectual y filosófico, no exento de humor, alrededor de la cuestión fundamental de la predominancia de la música sobre la palabra en el teatro musical.