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Entrevista a la soprano argentina Oriana Favaro: «Hacer arte de la vida»

La entrevista fue realizada en vivo para el Instagram de MusicaClasicaBA. El público aprovechó no solo para saludarla, sino también para hacerle diversas preguntas. Compartimos aquí parte de la charla que Música Clásica 3.0 mantuvo con Oriana Favaro.

Por Maxi Luna. Publicada en Revista Música Clásica 3.0

 

Antes de comenzar su carrera como cantante profesional, la soprano argentina Oriana Favaro estudió piano por más de quince años -aunque nunca se consideró pianista- y obtuvo la Licenciatura en Historia de las Artes por la Universidad de Buenos Aires. Ha interpretado los roles más destacados de su cuerda en los teatros más importantes del mundo, e incursionado en la música popular y la literatura, entre muchas cosas más.

 

Oriana vas estar dentro de poco en Altri Canti de Monteverdi. Ya hubo dos postergaciones por el tema de la pandemia, pero en junio se supone que finalmente se estrena, ¿no?

 

Estoy rezando para que podamos concretar este espectáculo de manera presencial, con el público en la sala y no tener que hacer un streaming o video. Por supuesto, si esa fuera la única condición en la que se puede hacer, todos lo haríamos. Pero definitivamente no es lo mismo.

 

El intercambio con el público es parte fundamental del espectáculo. Qué nos podés contar de la obra, ¿son madrigales puestos en escena verdad?

 

Voy a contar muy poquito porque tengo el deseo de que este espectáculo pueda ser llevado al público, de manera presencial o en streaming, y la gente lo pueda disfrutar sin que yo se lo “spoilee” (risas). Son series de madrigales para diferentes cantantes y agrupaciones instrumentales, con los que se ha armado un espectáculo dividido en tres momentos con temas que los atraviesan y se les ha dado un contexto escénico para poder contar de qué se está hablando.

 

Además, hay un gran elenco, la dirección musical de Marcelo Birman y la puesta escénica de Pablo Maritano, uno de los mejores directores escénicos de su generación…

 

A Pablo lo conocí en el 2009, en el Ópera Estudio del Teatro Argentino de La Plata, he trabajado mucho con él y me encanta. Sus puestas siempre las encara desde lo musical y desde lo literario, desde el texto. Es una persona increíblemente formada.

 

Me gusta mucho la dirección de actores que hace y también las múltiples interpretaciones que deja abiertas. Si bien, por supuesto, hay un objetivo, es muy interesante porque se pueden hacer diferentes lecturas. Es un lujo trabajar con él y con los colegas que me ha tocado, con la dirección musical de Marcelo Birman y con intérpretes especialistas en música renacentista y barroca, gente muy importante acá en Argentina.

 

¿Cómo han ido los ensayos?

 

Hermosos ensayos. Además, volver a ensayar, pararse en un escenario, poder interactuar con tus compañeros, por más que estuviéramos manteniendo la distancia, respetando los protocolos, barbijo, alcohol – del que no es divertido (risas)-, es hermoso. Poder escucharlos cantar de cerca, concertar, es hermoso.

 

Foto: Máximo Parpagnoli

 

¿Cómo es tu proceso a la hora de dar vida a un personaje?

 

Por un lado, hago un estudio de la obra, me informo, leo, busco, averiguo, y después hay una parte en la que abro las puertas para que la música y el texto entren, para que la obra y el personaje “hagan” conmigo. Me gusta sentir y pensar que yo le doy mi materialidad, mi cuerpo, mi voz, mi interpretación, mi expresión, eso me resulta lo más divertido. Al mismo tiempo hay un factor de lo impredecible. No es todo lectura, historia, números, fechas y comprensión racional, es entregarme a que la música haga conmigo lo que ella quiera.

 

Contame acerca de tus comienzos, tus primeros contactos con la música…

 

Tenía 5 años y recuerdo ese día como una fotografía en la memoria, una breve escena, en la que yo la miraba a mi mamá y le decía: “Mami, quiero aprender a tocar el piano”. Y no sé si fue en la radio u otro lugar, pero escuché “Para Elisa” de Beethoven, y quise aprender a tocarla. No sabía qué era, cómo se llamaba, ni nada. No paré de tocar el piano hasta los 20 años, cuando ya estaba estudiando la Licenciatura en Arte en la UBA. Para mí el piano fue un amor, no digo que haya dejado de serlo, pero siempre dije que yo tocaba el piano pero nunca fui pianista.

 

¿Y cuándo llegás al canto?

 

Con el canto pasó algo distinto. Vengo de una casa donde tanto mis papás como mis dos hermanos, mis abuelas, cantan o cantaban muy bien; afinado, lindo, eran muy musicales. Y yo pensaba que todo el mundo era así. Varias personas me preguntaban si yo cantaba y yo les contestaba que no. En mi casa todos cantaban bien y yo pensaba que era algo que le sucedía a todo el mundo.

 

Después de unos cuantos años de esos comentarios, averigüé y me contactaron con una profesora y empecé finalmente a tomar clases. Fue como si me hubieran pegado en la cabeza con un bate de béisbol y me la hubieran mandado a la estratósfera. De hecho, recuerdo que en las pausas de estudio para la facultad yo me ponía a estudiar canto. Me tomaba 20 minutos de descanso que se hacían 40 o una hora. Y mi mamá me gritaba desde abajo para que no dejara de estudiar las cosas de la facultad. Ella evidentemente veía mejor que yo que me pasaban cosas fuertes con el canto.

 

Recuerdo mi primera experiencia profesional en la Ópera de San Juan, un rol cortito pero hermoso en “Dido y Eneas”. Era la primera vez que pisaba un escenario para actuar en una ópera, había hecho algunos conciertos, cosas escenificadas, pero nada con un argumento detrás, con una continuidad dramática. Ahí tuve una epifanía, porque en un momento sentí que venía una luz de arriba y entendí y dije: “Este es mi lugar”.

 

En el 2009 estuve en dos óperas más (en el Teatro Avenida, haciendo de Frasquita en Carmen y luego Pamina en La Flauta Mágica y dije “basta, se terminó”. Ahí abandoné mi trabajo dentro de la historia del arte y empecé a trabajar como cantante. Creo que uno nace y te tiran un rompecabezas de cinco mil piezas dentro de la caja sin armar. Quizás algunas partes están mejor armadas, otras están completamente desarmadas y vos tenés que ir dedicando tu vida a ir ensamblando estas piezas y entendiendo quién sos.

 

¿Qué significó el Ópera Estudio del Teatro Argentino de la Plata en tu formación?

 

Yo hacía mucho tiempo que venía pensando “quiero que me paguen por estudiar” y me miraban con cara de “pobre piba, se volvió loca” (risas), y cuando entré al Ópera Estudio justamente era eso: me pagaban por estudiar, por ir hasta allá y aprenderme los roles. Ese fue el comienzo, así que fue muy importante para mí. Marcelo Lombardero era el director artístico y Alejo Perez el director musical.

 

La verdad es que yo era una completa neófita en la ópera, no tenía mucha idea de quiénes eran, y siempre digo que ese estado de inocencia me favoreció. Tuve una primera experiencia que fue muy significativa, tenía un cover de Lady Macbeth, y hubo un ensayo en particular que fue realmente de un alto nivel de adrenalina. Hacía un rol cortito pero muy comprometido, muy complejo musicalmente y escénicamente también, porque ese personaje una situación de abuso en escena. Ese ensayo fue realmente muy bueno. Recuerdo que me llamaron un día después del estreno y me dijeron: “Hubo un inconveniente así que mañana cantás vos”. Yo, que no había hecho ensayo con la orquesta, no lo podía creer.

 

Ese día me citaron más temprano, repasamos el rol al piano para asegurar que estaba con las notas bien y listo, tuve que salir. Pienso en ese momento y aún siento la adrenalina. Si bien tenía la obra asumida, no sabía qué podía pasar porque con la orquesta todo es distinto. Más el vestuario, el coro, el público, pero fue espectacular. Esa experiencia para mí significó entender que si hay algo que a mí me gusta es esa adrenalina que te pone el escenario, lo que está sucediendo en ese momento.

 

El ensayo te da la seguridad mental de decir “ya sé lo que tengo que hacer, sé cuál es la parte difícil vocalmente, acá tengo que estar atenta, acá me puedo relajar” porque si después en el escenario pasa un imprevisto, vos ya tenés tu práctica, tenés tu experiencia; pero ese desfasaje entre lo conocido y lo insospechado que puede pasar, me alucina. Hay algo en tu biografía que se repite constantemente: ductilidad vocal y escénica…

 

Foto: Máximo Parpagnoli

 

¿Cómo se logra esa ductilidad?

 

No sé cómo se logra, no es una fórmula que yo tengo como si sumara dos más dos y me da cuatro. Me gusta ser respetuosa con la obra, yo no tengo la menor idea de qué es lo que quisieron hacer los compositores que no están vivos. Es imposible saberlo, pero dejo que la obra me atraviese, me trascienda.

 

Nunca acepto cosas que no puedo cantar, creo que uno puede interpretar actoralmente todo. Quizás un actor podría interpretar dentro de 10 años mejor que lo que está haciendo ahora, pero vocalmente asumo los roles que mi aparato fonador puede cantar. Por supuesto hay momentos más delicados y peligrosos que otros, pero que estén dentro de aquello que yo puedo abordar. Por ejemplo, me encantaría que me llamaran para hacer Tosca pero no puedo cantar eso, saldría al escenario aterrorizada y estaría pensando en sobrevivir a la función y no 100 por ciento en mi rol.

 

¿Tenés algún rol u ópera favorita?

 

Mi ópera favorita, mi rol favorito es el que estoy haciendo en ese momento o el que estoy estudiando para hacer. Por supuesto que hay números musicales o escenas que me gustan más, pero la verdad es que siempre me enamoro de lo que estoy haciendo, siempre le encuentro lo bello y termino amando la música. Hasta Powder Her Face (Thomas Adès, 1995) que fue terrible de preparar, larga, difícil, había que repasar cosas antes de salir porque era muy compleja, pero si me dijeran mañana “Vamos a hacer funciones” digo que sí, se me salen los colmillos de Drácula. Todo lo que he hecho me ha gustado, es así.

 

Pasemos ahora a Hernán Cattaneo (DJ electrónico) y su proyecto sinfónico ‘Connected’ en el Teatro Colón ¿cómo fue esa experiencia de la que fuiste parte?

 

Yo había hecho unas canciones con otro DJ, que también es productor musical, Oliverio Sofía. E intuyo, porque nunca le pregunté, que fue él quien le mostró el trabajo a Hernán y que por eso me llamó para hacer un tema. Ellos me mandaron la base y yo escribí una letra y canté una melodía. Al mismo tiempo se venía gestando este espectáculo en el Colón para que Cattaneo hiciera su música con una orquesta sinfónica. Así que cuando se concretó me llamaron para participar con varios temas y fue un disfrute total.

 

Los cantantes de ópera estamos acostumbrados a tener que salir a cantar con el mayor nivel de perfección que se pueda. La preparación musical y artística que tenemos es enorme y cantar música electrónica, sin ninguna intención de desmerecerla, no tiene una exigencia comparable a la ópera, por lo cual es puro disfrute.

 

La verdad que el trabajo del productor musical de música electrónica es un trabajo alucinante. Ese es mi trabajo en mi próxima vida o en esta (risas).

 

¿Qué opinás de las quejas que surgen a este tipo de eventos en el Teatro Colón?

 

Yo puedo hablar exclusivamente de lo que pasó con “Connected” y una de las premisas que siempre se mantuvo fue la de ser absolutamente respetuosos con los decibeles que se permiten en la sala para no dañar estructuralmente al teatro. No voy a meterme en los prejuicios de los demás, pero creo que los fanatismos son malos en cualquier orden de la vida.

 

Considero que se pueden abrir las puertas del teatro a espectáculos que sean respetuosos con la infraestructura y que musicalmente tengan un sentido también de estar allí. Además, los espectadores estaban en su butaca, a lo sumo parados, aplaudiendo como aplaude cualquier espectador de ópera.

 

Foto: Máximo Parpagnoli

 

Seguimos en la temática: estuviste también invitada a un recital de Los Violadores (banda de punk rock argentina, formada en Buenos Aires a principios de los años 80). Eso sí que me sorprendió, ¿cómo se dio?

 

Todo sucedió viajando en barco a Uruguay cuando estaba yendo a cantar una ópera y me acompañaba mi hijita, que en ese momento, 2016, tenía cuatro años. En el mismo barco estaba Stuka (integrante de la banda) que tenía los pelos pintados de violeta y mi hija se moría por saber si era un rockero. Así que se le acerca y le pregunta -en ese momento no le salía la letra r así que fue muy dulce toda la situación- “¿Usted es doquedo?”.

 

Así fue cómo empezamos a charlar y quedamos conectados. Luego, para un show muy importante en el 2018 en el Gran Rex por sus 30 años, me invitó a cantar con ellos. Nunca había cantado con una banda de rock ni de punk en un escenario, con ese sonido monstruoso. Fue alucinante, los gustos hay que dárselos en vida.

 

 

Totalmente. Al que le gusta la música sabe disfrutar de un montón de géneros distintos. Hace un tiempo comenzaste también a recitar poesía en tu canal de YouTube y estás por sacar un libro. ¿Qué me podés contar de esta faceta tuya?

 

Estoy en un momento en el cual todavía no sé si editar un libro en formato físico o hacer algo online… me parece que en lugar de editar un libro voy a poner mis textos online. Creo que sería la mejor alternativa así, una vez que yo leí mi texto y estoy lo suficientemente conforme, lo publico y no tengo que hablar ni con un editor ni nada.

 

Lo de leer surgió porque estaba leyendo un libro que es maravilloso que es “La linterna mágica”, una especie de autobiografía Ingmar Bergman, en el que cuenta una anécdota que leí y quedé fascinada. Me dije: “No puede ser, esto es increíble, lo tiene que saber el mundo entero”. Así que lo leí como lo leo para mí misma y tuvo buena recepción, y como me gusta leer empecé a hacerlo como una actividad. Lo de escribir es algo que empezó desde chica, empecé escribiendo poesías con rima y luego en verso libre.

 

En el 2019 ya venía con ganas de escribir cosas un poquito más largas. Estaba en un avión viajando y me estaba quedando dormida cuando apareció flotando una idea, así que me desperté, agarré la computadora, lo escribí y salió de un tirón la historia. Después me senté a trabajarla por supuesto, a corregir cosas, a modificar detalles, y ese fue mi primer cuento, que aún no he leído.

 

Para ir terminando quería preguntarte algo mucho más personal: vi un vídeo con tu hija muy lindo, en el que están cantando “Stand by me”, ¿qué te gusta compartir con ella?

 

Tenemos una relación maravillosa, somos dos fuegos, las dos somos muy intensas. Han sabido decirme que ella es la versión reloaded. Tiene muy claras ciertas cosas de su vida, ojalá yo a los 9 años hubiera tenido la claridad que ella tiene. Nos amamos profundamente y así nos peleamos también. Nos gusta salir a caminar, charlar, y a la noche poner música y bailar. A ella le encanta leer también.

 

Yo siempre digo, con toda la seriedad del mundo, que mi trabajo más importante y mi motivación es formar a mi hija, que sea una niña feliz, que pueda convertirse en una buena persona, en una mujer plena, que aprenda a conocerse, a respetarse, que encuentre qué es lo que la hace sentir viva, apoyarla, aunque signifique que se vaya a vivir a Siberia. Viajar es una de las cosas que más amamos hacer juntas. Me gusta enseñarle que es libre y que todo lo que desee en su vida, con deseo y trabajo, lo va a tener.

 

Hay algún consejo para los y las cantantes que se inician…

 

En realidad por ahí es algo que puede servirle a cualquier persona. La vida es el día a día. Tratá de construir la vida que querés vivir, no te acomodes, no aceptes lo que no querés. Si querés ser artista métele a eso, si te hierve la sangre, el corazón te late más fuerte y te falta la respiración cuando hacés algo, cuando sentís pasión por algo, hacelo sin miedo. Hay que ser leal y no dejarse llevar por lo que los otros te digan. Hacer arte de la vida. Escucharse a uno mismo. Todos sabemos la verdad que tenemos dentro.