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Bajo la Lupa: Entrevista a la soprano Sor Graciela María de los Ángeles

Entrevista a la soprano Sor Graciela María de los Ángeles 

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Por Ximena Sepúlveda

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 ¿Cómo se despertó tu amor al canto? 

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De chica yo dirigía un coro de jóvenes en mi parroquia y mi mamá, que en sus tiempos había descubierto varios talentos artísticos en mi familia y siendo ella a su vez pintora, al escucharme cantar, me dijo que veía una impostación natural en mi voz y por qué no iba yo al Conservatorio Nacional de Música del DF, para que me ayudaran a conservarla y aprender a cantar mejor.  Lo tomé en consideración un poco superficialmente, pero cuando fuí las inscripciones ya se habían cerrado. Seguí con mis estudios como laboratorista clínico y ya trabajaba en hospitales. Al año siguiente me inscribí en la carrera de Cantante de Opera y Concertista, sin conocer que era la ópera lírica y pensando en hacerlo como un hobby. Fue en el Conservatorio que me encantó al oír cantar a mis compañeras y así, poco a poco me fui involucrando más y más en ella. Mi maestro fue el Prof. Enrique Jaso, quien siempre creyó en mí y me dio gran parte del repertorio que su madre, la Mendoza, cantaba como soprano coloratura.

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Tu familia ¿estuvo de acuerdo con tu actuación en las tablas?  ¿Te apoyaron o tuviste que luchar por ello? 

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Después que mi mamá me descubriera, me apoyó mucho y el problema fue que al empezar a cantar y encontrar un éxito que nadie, ni siquiera yo, se esperaba, mi madre cambió su actitud conmigo: fue muy exigente y nunca me aduló.  En el fondo tenía miedo que fuera a caer en la vana gloria, en la superficialidad de una joven que de la noche a la mañana se perdiera en la vanidad del mundo y de lo que el ambiente artístico le ofreciera, o sea todo lo contrario a los valores cristianos que me había dado. Ella rezaba siempre por mi, aunque yo no lo supiera, para que Dios me protegiera, me salvara y me acompañara en la vida y  mi carrera.

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¿Qué nos puedes contar sobre tu carrera operística? 

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Muchísimas cosas bellas.   Me gustaba cantar y tuve grandes satisfacciones en el palco escénico de los teatros donde actué. Desde la primera premiación en el Concurso Nacional “Carlo Morelli” al debut en Bellas Artes en 1991 con el rol principal de Lucía di Lammermoor, que me llevó a recibir varios premios de la crítica mexicana.  Así inicié una carrera veloz y muy exitosa, sin ni siquiera haberla soñado.  Tuve la oportunidad de realizar varios conciertos sinfónicos y una infinidad de conciertos líricos. Verdaderamente las óperas escénicas fueron pocas: Lucia, Musetta en La Boheme, Adina en el Elixir de Amor, las dos con Ramón Vargas, hasta la Clorinda en La Cenicienta de Rossini, etc. Mi carrera fué muy rápida, de la noche a la mañana recibí un éxito inesperado y, como dije anteriormente, viví cosas lindas y conocí personas maravillosas que me apoyaron siempre y me respetaron. Delante de mí se abría un mundo nuevo, lleno de perspectivas brillantes hacia el futuro  y una carrera internacional, confirmado por maestros de grandes niveles. Fue así que un día decidí dejar México e irme a Austria, exactamente a Salzburgo, para completar mis estudios y llegar a competir internacionalmente. Sin embargo, mientras más hacía yo por mi carrera y buscaba más éxito, aumentaba en mí un vacío… una sed de algo más grande. Fue exactamente en el debut de Lucía, cuando experimenté la necesidad de llegar a tener algo más que minutos infinitos de aplausos de un público que en pie llenaba Bellas Artes, el Templo del Arte. Parecía que algo dentro me decía: -Ve más allá de lo que oyes, de lo que ves- No era posible que a los 24 años, ya hubiera hecho todo en la vida. Los aplausos no eran el todo. Así inicié la búsqueda de algo que no yo sabía que era, ni en dónde buscarlo.

Con el elenco de La Cenerentola en el Palacio Bellas Artes, 1995.

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¿Alguna vez estuviste enamorada?

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¡Claro que estuve enamorada!  Soy una mujer igual a las demás, tuve mis novios y un gran deseo de casarme y tener hijos. Viví una vida afectiva normal con anhelos de responsabilidad y maternidad; los mismos que ahora como religiosa vivo pero en una dimensión diferente. Yo deseaba enamorarme de un alma bella, que me amara con un gran amor eterno, que fuera capaz de dar hasta la vida  por mí. ¡Por menos no me hubiera casado nunca! Porque nuestra vocación, la de todas las personas, es amar y generar amor; pero nunca encontré la persona que llenara mis anhelos, y mira que busqué mucho, mi corazón estaba hecho para otro tipo de amor. El consagrado, que no es de nadie, no pertenece a un hombre para poder ser de todos, para dar la vida por toda la humanidad.   Espero haberme explicado bien.
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¿Sentiste el llamado de Dios a temprana edad, o te cayó como un rayo fulminante?

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Como decía antes, fue en los vacíos que, a pesar que tenía todo, no me llenaba, pues no era una mujer feliz ni realizada, aunque externamente no me faltaba nada y nadie se había dado cuenta de ésto.   Mi madre me decía que yo había realizado en mi vida todos los sueños de las chicas de mi edad, y era cierto externamente, para el mundo y según el mundo pero la verdad es que tenía todo y no tenía nada. Continué mis estudios en el Mozarteum de Salzburgo y continué haciendo conciertos en Europa.  Regresé muchas veces a México y llegué a cantar hasta en El Cairo y Marruecos, pero mi vacío nunca se llenó. Hasta que un día, providencialmente llegué a Asís en Italia, por viaje turístico y me encontré en los santuarios franciscanos, que son lugares de Gracia, ahí finalmente me puse de rodillas y le pedí a Dios que me ayudara pues no podía más por la tristeza y el vacío de mi corazón, y fue ahí en la Porciúncula, en donde recibí la gracia del llamado divino y exactamente en una experiencia vocacional donde, gracias a escuchar la Palabra de Dios, se me cayeron las escamas de los ojos y empecé a entender el por qué de mis vacíos, el por qué de mi búsqueda en el canto y en el amor y la posibilidad que el Señor me hubiese creado para algo diferente; para ser su esposa, sí, una consagrada… De esta forma inicié un camino de discernimiento vocacional en Asís y cada vez que tenía mi entrevista con un padre franciscano,  viajaba desde Austria para hablar con él y finalmente pude encontrarme a mi misma. Sí, el Señor me llamaba desde siempre y para siempre. Mi vida cambió: conocí la plenitud y la alegría que no me había dado ni siquiera el éxito más grande en Bellas Artes. Sí, mi vida cambió y dejé la carrera, aunque Dios me permitió continuar cantando, pero ahora para Su Gloria y no la mía. Dedicarme al servicio de mucha gente y sobre todo de muchos jóvenes que frecuentan estos lugares santos en Asís y en el mundo. Apenas en el mes de septiembre venimos a México con un equipo para hablar y cantar a los jóvenes, que el Amor es posible, pues fue siempre mi deseo que la Gracia de los lugares santos de Asís un día llegaran a mi patria natal. Y así el sueño se volvió realidad.   

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¿Tuviste que realizar muchos estudios antes de ordenarte y a qué convento entraste?

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Yo pertenezco a las Hermanas Franciscanas de Santa Felipa Mareri, una santa del tiempo de San Francisco y de Santa Clara.  Desde el año 1200, fuimos clarisas por siete siglos y ahora hemos sido  llamadas a la vida de evangelización, sin perder nuestros orígenes contemplativos. En la vida religiosa hice los pasajes graduales que hacen todos los religiosos en el mundo: Postulado, noviciado, Primera Profesión y Profesión Perpetua. Los estudios que realicé fueron los de Sagrada Teología, necesarios para tener una formación intelectual y religiosa para formar a las novicias y para trabajar en la Pastoral Juvenil y vocacional.

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¿Te dejaron continuar como cantante  lírica o te exigieron mucha humildad, contándote  las alas?

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Dios nunca corta las alas a nadie  y respeta siempre la libertad del hombre.  El Evangelio invita a poner los talentos al servicio de la Iglesia y del mundo. Mi Instituto religioso lo sabía bien, y nunca me prohibieron cantar, es más, mis hermanas mismas me organizaban conciertos de evangelización y de beneficencia para nuestra misión en Albania. 
Claro, mi repertorio cambió un poco.  La gente que va a un concierto debe estar al tanto de lo  que ve y lo que oye. Una religiosa canta sobre todo Oratorio, porque no puede contradecir lo que los ojos del público ven. Aunque en algunos conciertos menos oficiales agregaba algún aria de ópera, pues me divierto y gozo mucho con  el Bel Canto!

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La humildad es siempre necesaria para quien canta, para quien tiene éxito en la vida y en la carrera; la humildad se necesita en la Iglesia, para quien comanda, sabiendo que es sólo un servicio.   El hombre para ser feliz y pleno tiene que caminar por la vía de la humildad siempre.

El rapto en el serrallo de Mozart, con Héctor Sandoval, en el Taller de Ópera Enrique Jaso,1990.

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 Ya ha pasado mucho tiempo de tu vida artística, pero sigues cantando música sacra en público, vestida de religiosa.  Ahora, quizás te dedicas al Oratorio, campo excelente que requiere la misma técnica que la ópera. Consideras el Requiem de Verdi como Oratorio y lo has cantado alguna vez?

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El Requiem de Verdi me gusta muchísimo.   Nunca lo canté como solista, y pienso que como contenido sea un Oratorio, aunque el estilo es de una gran ópera lírico-sinfónica.

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Como te decía antes, sí canto Oratorio, pero no me dedico a eso.  Me dedico a ser religiosa, pues estoy segura que lo que Dios me pidió en su llamado, fue hacer de mi vida un canto. Cuando conocí la Porciúncula vi un letrero que decía: “Aquí San Francisco vivió y murió cantando” y entonces  me dije: “ésto es lo que quiero y ansío y lo que deseo imitar”. Comprendí que mi vida podría ser como el ensayo del Gran Concierto que, en el cielo y sólo por la misericordia de Dios, cantaremos eternamente delante de Su bendita Presencia.

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¿Le has cantado al Papa?

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Antes de ser monjita, le canté al Papa San Juan Pablo II, pero en un momento de oración llamado Vísperas, en donde yo cantaba las antífonas, pero en esa época me encontraba muy lejos de la Iglesia, era cuando iniciaba mi carrera. En Asís canté coralmente para el Papa Benedicto XVI y en ese mismo año, exactamente el 4 de agosto, en la Basílica de Santa María de los Ángeles en Porciúncula, al Papa Francisco,  cuando fue a visitar ese lugar santo, como lugar del Perdón y de la Misericordia.

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¿Qué consejos le puedes dar a cantantes jóvenes que todavía no saben a qué dedicarse y  quizás el Oratorio sería un buen camino? Tu vida es un ejemplo maravilloso de los designios del Señor.

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Tú dices que mi vida es un ejemplo de los designios divinos, pues yo te digo a tí, a los lectores y a todos los jóvenes, que cada vida es y puede ser un ejemplo maravilloso de los designios del Señor. Basta que estamos un poco más atentos, pues todos los bienes que tenemos, todo el Bien es regalo de Dios y estamos todos llamados a agradecer por cada momento y cada cosa bella que tenemos, como ser la vida, la salud y el canto. Yo a los jóvenes les diría que se esfuercen siempre por realizar sus sueños y anhelos.   Que se esmeren, pues Dios bendice nuestros esfuerzos, y que no permitan a nadie crear obstáculos a lo que ellos creen. Y les invito a ser siempre humildes y que canten lo que les gusta más y que agradezcan en cada instante a Dios por sus dones. Los invito a nunca esconder sus talentos  debajo de la alfombra, sino a ponerlos a disposición del bien de la humanidad, pues su belleza y la belleza también del arte, salvarán al mundo.